
Guayaquil, 15 de octubre de 2025. En lo más profundo de la selva amazónica del Ecuador se esconde uno de los fenómenos naturales más curiosos del planeta: el “árbol que camina”, conocido científicamente como Socratea exorrhiza. Esta especie, que crece en las zonas húmedas y pantanosas de la Amazonía, ha despertado durante años la atención de científicos, exploradores y turistas por su peculiar forma de desplazarse lentamente a lo largo del tiempo.
Según investigaciones de botánicos locales y de universidades amazónicas, el “árbol que camina” tiene un sistema de raíces aéreas que se extienden en todas direcciones, asemejando patas. Estas raíces, que crecen en distintos puntos del suelo, le permiten moverse hasta 20 metros en el transcurso de varios años, buscando luz solar o mejores condiciones para su crecimiento. Aunque el desplazamiento no es perceptible a simple vista, el rastro de raíces secas y nuevas bases permite constatar su sutil avance.
Los habitantes de comunidades cercanas, como en la provincia de Orellana, han compartido durante generaciones leyendas en torno a este árbol. Para ellos, el Socratea exorrhiza simboliza la adaptación y la sabiduría de la selva, capaz de encontrar su camino incluso en terrenos difíciles.
El enigmático “árbol que camina” de la Amazonía ecuatoriana es mucho más que una curiosidad botánica: es un símbolo vivo de la sabiduría y adaptación de la naturaleza. Su capacidad para “moverse” en busca de mejores condiciones refleja la extraordinaria inteligencia ecológica que sostiene los bosques tropicales del país. En tiempos en que el cambio climático y la deforestación amenazan estos ecosistemas, conocer y valorar especies como la Socratea exorrhiza se vuelve esencial. Proteger la Amazonía no solo significa cuidar su biodiversidad, sino también preservar los misterios que aún laten en el corazón verde del Ecuador.






